jueves, 18 de diciembre de 2014

Villa de Leyva

8 personas arrodilladas comiendo hongos directamente de la mierda de la vaca, un amigo durmiéndose al volante justo en una curva en la parte de los abismos, soldados cambiando balas por porros, la mujer más sexy que pueda manejar una moto enduro, así es como poco a poco he venido conociendo Villa de Leyva.


El plan era llegar a villa de Leyva, dar una vuelta por el pueblo, pasar la noche y al otro día arrancar para La Periquera, allí haríamos el recorrido de las 7 cascadas que nunca conocimos por la inseguridad que ha sometido al país, reprimiéndonos del libre recorrido de hermosos lugares en nuestra Colombia. No nos amargamos y armamos plan, era posible conocer 3 cascadas, así que después de pegarnos la respectiva borrachera en el pueblo, arrancamos y acampamos en un terreno plano, después de la primer cascada, "un lugar perfecto", allí pasamos una excelente noche gracias al alto nivel de alicoramiento, pero era notable en las caras y comentarios de los grupos aledaños que había llovido y bajado la temperatura radicalmente en la madrugada, lo que se le sumaba la neblina mañanera que fue lo único que alcanzamos a presenciar. Caminar descalzo entre el pasto, llegar a la orilla de río, cerrar los ojos y alcanzar a escuchar la cascada, la experiencia era un contacto total con la naturaleza.

El guayabo comenzaba a manifestar sus síntomas y era necesario comer, pero la baja experiencia acampando llegaba al punto en que hacer fuego acabó más de 3 cajas de fósforos, las salchichas que iban a estar asadas fueron consumidas crudas, nunca hubo café caliente, solo leche fría, la acampada comenzaba a tomar un rumbo oscuro, frío y lleno de temor hasta que se levantó Tulio, nuestro amigo experto en camping gracias a su bachillerato militar, él fue mi primer profesor para sobrevivir en la montaña, y quien prendió el fuego ese día, lo que permitió preparar bebidas calientes para todos. Obviamente se sintió líder después de haber prendido el fuego y hacer unos arreglos en unas carpas, así que ordenó hacer canaletas alrededor de las carpas e ir por leña para el fuego, fue un juego que con los años todos aprendimos, haciéndolo cada vez más divertido y profesional.

El lugar era mágico y por complicada que fuera la situación de acampada era más potente la energía que te entregaba el lugar, no importaba el frío pues el calor de la felicidad en tus compañeros calentaba el ambiente, eso si sumado a una gran fogata, no importaba que hubieran soldados pues se podía beber licor y fumar marihuana libremente, eso sí pagándoles un porro de cuota a los que aparecieran por las carpas; en una ocasión intercambiamos porros por balas de fusil, es más pudimos pesar el arma con toda tranquilidad, recuerdo que hacían recorrido constantemente, era extraño que en un lugar tan hermoso y natural tuviéramos que necesitar este tipo de protección. Igual lo único que importaba era darse la oportunidad de estar en ese lugar del planeta, y esa fue la reflexión después de la primer visita. Me enamoré del lugar y prometí volver.

El 8 de diciembre día de velitas, se convirtió en la fecha especial para visitar este pueblo, refrescando de la mejor manera la magia de su belleza. Para estas fechas se ofrece en Villa de Leyva el show de luces, y en mi última visita pude tener un contacto con el sentimiento que le deben poner los expertos pirotécnicos a cada show, cada uno de ellos me conmovía, me llenaba de sensaciones, hacía lagrimear mis ojos, me sentía débil y vulnerable, más humano que nunca, eran notas, eran palabras que contaban una historia cargada de esfuerzo, fantasías y sueños realizados, fue uno de mis mejores viajes en Villa de Leyva, sin estar bajo el efecto de los hongos. No fue el caso de mi primer visita, en ella ésta era la razón principal para ir, íbamos un parche de 5 parejas de las cuales solo una tenía la experiencia previa de haber visitado el pueblo y consumido los hongos.  Encaramos una de las salidas del puenlo a pie, luz de linterna y maleta en la espalda iniciamos la caminada que duró un poco más de una hora, primero por la ruta, después por despavimentado y finalmente entramos a un gran potrero, la entrada al lugar de por sí fue alucinante, la luna pintaba de blanco todo el horizonte, nos habíamos apartado lo suficiente de las luces eléctricas para lograr contemplar ese espectáculo. Seguimos el camino buscando hongos, difícil en la oscuridad, avanzábamos tranquilos cuando Daniel vio unas siluetas de personas, se veían cerca, de pronto estas personas comenzaron a arrodillarse y a comportarse como vacas, no entendíamos hasta que una amiga exclamó: "llegamos!" apuntando con su linterna varias cacas de vaca con hongos, así era, ellos se los estaban comiendo directo de la caca, nosotros preferimos evitarlos, acampamos un poco retirados y recolectamos los primeros hongos para preparar un agua de panela. Después de tener carpas armadas, fuego hecho y la bebida caliente, iniciamos la toma del agua, y aunque bebimos muy poco hubo situaciones que demostraban el poder alucinógeno; daniel se perdió dentro de la carpa, diana vio como la piel de su novio comenzaba a convertirse en escamas, laura escuchaba a la mamá que la regañaba por haber consumido eso, otro amigo amaneció desnudo, y yo personalmente casi me caigo de una roca gigante al sentir que las montañas se iban y yo debía ir con ellas.

En cada visita pude apreciar como se multiplicaban los aficionados de moto cross, era normal verlos reunirse en el pueblo para después tomar la trocha y divertirse al extremo, mi cuerpo se invadía de envidia. Una vez llegamos extrañamente de día y fuimos directamente a buscar una zona de camping aledaña al pueblo, fue cuando la vi, pelo negro liso y suelto, irresponsable por no llevar casco puesto pero igual le perdono todo; flaca, alta y fuerte, se notaba por que iba en una 250 cc, buena onda pues iba toteada de la risa, finalmente aventurera, la mujer perfecta, así pasó por nuestro lado sin titubear, eso fue amor extremo a primera vista. Para seguir con las aventuras en moto, está cuando salimos con mi amigo Marco, ambos con más de 1,80 cm de estatura más una gran maleta, en una moto scotter 100 estilo señoritera, apenas salíamos era de noche y nos dimos cuenta que las luces no le servían, pero eran más las ganas de llegar, así que nos fuimos con direccionales prendidas y fue, 7 horas en llegar, apenas arribamos a la plaza central un tipo nos abordó a preguntas, resumiéndole toda la aventura el hombre nos admiró y regaló muchas cervezas que compartimos con él un buen rato de la noche, eso sí acompañadas de un buen aguardiente para el frío. Pero mi verdadera aventura extrema en Villa fue la suma de mucha irresponsabilidad, la fiesta finalizó en la mañana, en compañía de Alberto uno de mis parceros de universidad llegamos en caballo al pueblo, acompañados por un capataz que nos dejó en la plaza central y hasta nos ayudó a bajar del caballo, estábamos fatal. Nos levantamos en el carro de mi amigo, afortunadamente no nos quedamos dormidos en la calle como la mayoría de los borrachos, despertamos y ubicamos un restaurante para desayunar aunque ya era el medio día y a Alberto le dio afán por irse. Después del desayuno nos sentimos regios, así que emprendimos camino, gran error teniendo que casi no habíamos descansado y el desayuno había sido muy pesado con caldo, tamal y chocolate. Entrábamos en la zona de abismos y todo iba bien, hablábamos normal, y como si fuera una advertencia del destino yo me quedo dormido unos segundos, me sacudo la cabeza, veo como tomamos una curva y de pronto el auto comienza a irse hacia la zanja, en tres segundos pasa todo, lo volteo a mirar, está dormido, trato de corregir la dirección del auto pero es demasiado tarde, ya estábamos volcados escuchando las personas gritar: "Salgan, salgan que el carro va a estallar" salimos de un salto pero el auto estaba bien, al otro lado de la ruta estaba el abismo, pasamos saliva y decidimos enderezar el auto, arreglarlo y seguir el camino, ya con una cuota de adrenalina que no nos dejaría dormir por lo menos mientras fuéramos en el auto.

En la última acampada también pude notar que con los años llegan otros niveles de fiesta y de tolerancia, el típico guitarrista de medio pelo que toca dos acordes para entonar cualquier canción ya no es divertido, primero es respeto a la música, y segundo uno ya no está para soportar al mismo personaje cantar un reggaeton, después illya kuriaky, arjona y finalmente un red hot chili pappers, nuestro nivel de licor no llegaba al punto de soportarlo, así que decidimos abandonar ese camping para disfrutar nuestra estadía con tranquilidad, no es que estuviéramos en plan aburrido, simplemente la experiencia nos ha permitido saber que el pueblo es para enfiestarse, beber, ver el show, bailar en la plaza, pasarla bueno y los alrededores están más que perfectos para un plan camping tranquilo pero igual con todos los juguetes para pasarla de lujo. Los campings repletos que antes uno veía como la opción perfecta para levantar chica ya no son tan atractivos, uno prefiere entrar tranquilamente al baño y no hacer una fila interminable para terminar aguantándose la cagada porque justo detrás de uno sigue la más linda del camping. Antes los campings predominaba la gente joven, ahora hay mucha familia, y no aguanta el niño viendo y oliendo el humo del cigarro que se está fumando el joven borracho que está haciendo todo un espectáculo al dejar ver la raya del culo mientras se tambalea de lado a lado para llegar finalmente al baño y orinar en el lavamanos, ganándose una chiflada olímpica que lo percata de la situación, él se voltea y nos deja ver su pito mientras sigue meando. Por eso estaría bueno campings temáticos para que tanto familias, como amigos o parejas puedan disfrutar según el ambiente que quieran vivir en su estadía, igual no va a suceder pues cuando hay turista lo que busca el residente es sacarle la platica como sea, y una de las mejores maneras es a través del licor por eso es común ver borrachos amaneciendo o durmiendo en las calles de este pueblo blanco, que me imagino ha sido testigo de fiestas que estarán marcadas en la mente, o seguramente no, de sus protagonistas.

Las cosas cambian pero la esencia sigue, la magia del pueblo se mantiene desde antes cuando uno llegaba con la carpa, una cobija, provisiones que se acababan el primer día y 4 botellas de licor, hasta ahora cuando uno llega con carpa profesional, bolsa de dormir resistente hasta -2º, almohada, linterna, navaja, kit de ollas, buen mercado para todos los días y 4 botellas de licor, aunque para la próxima visita pensamos ir un buen grupo, suficiente para alquilar una casa, el cuento es que sin importar el ambiente de cada visita, Villa de Leyva logra quedar grabada en la memoria como uno de los mejores momentos vividos y recorridos del país. La carretera sigue erizando los pelitos, cada curva y cada abismo es un esfuerzo que al final tiene la gran recompensa de llegar a este gran pueblo o de salir vivo de él. Fiestas interminables, memorables y hasta épicas esperan en este lugar, un viaje que todo colombiano debe hacer.

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